Sobre “Incidencias” de Pablo De Monte, en Galería Jacques Martínez arte contemporáneo. 2021
Hay en Galería Jacques Martínez una metáfora que ocurre con todas las muestras por el simple hecho de que a la sala “hay que bajar”, hay que meterse. Esto uno no lo piensa de antemano y casi que es una alusión puramente sacada del inconsciente paraespectador. Pero esta metáfora viene a sernos útil a la hora de hablar de “Incidencias”, un jardín prototecnológico con referencias artificiales en modo ficción y alegorías deseantes en modo máquina de Pablo De Monte.
Uno entra y algo se mueve de manera sincronizada. Una libélula eléctrica, un escorpión que gira sobre el postpasto y pinturas quietas que aluden a un mecanismo de interrupción o de desaparición.
No conocía los objetos de Pablo De Monte, pero reflejan una inminencia en la ironía. Como si hubiese acudido al llamado eslogan de Donna Haraway “¡Cyborgs por la supervivencia de la Tierra!” y entonces acudiera a la selva mecánica y a los bichos que trabajen la ironía como polen. Es un recorte incluso mecánico de una parcela de mundo cyborg, posthumano y más bien zoogenético con dimensiones subjetivas. Un jardín autómata, un artefacto digno de la antropología del paisaje en medio de una tecnodiversidad (concepto tomado de Yuk Hui).
En pintura hay otro lenguaje. Pablo De Monte parece conjeturar que aquellas metamorfosis antropomecánicas, o figuras deshumanas con cierto hieratismo, están en un paisaje que no les pertenece. Están inmersas en una espacialidad y una temporalidad desterritorializada. Si hay algo humano en todo aquello que representa es por la simple distancia entre lenguaje y mundo, entre la pintura-objeto como soporte semiótico pero que ejerce un sujeto del poema, que es en pintura aquello que está velado pero aún se muestra.
Una antigua forma de nombrar lo pictórico como figura-fondo, o incluso como abstracción, no funcionaría en Pablo. Si bien es cierto lo que dice la curadora Carolina Jozami, “en la pintura de Pablo hay un sistema”, hay dos fuerzas en tensión y están en constante dialéctica, es decir detenidas. Dos paisajes distintos, dos tiempos distintos. Dos espesores distintos. Me aventuro a conjeturar dos lenguajes distintos. El de “lo” paisaje y el de la figura. Un paisaje irónico, un juego geofísico de color sobre lo que la naturaleza misma hace en la naturaleza (naturaleza naturada dice Spinoza). Y una realidad geométrica, una razón instrumental al borde del nacimiento y de la espera. Posthmanos sin compost. Cyborgs en la meditación impostergable de un devenir desfigurativo. Un desarmadero antropozootécnico en la era de la sonoridad latente del planeta. Sujeto del poema (la figura) detenido al ras de un lenguaje que remite al espesor pictórico, la geometría, la materialidad, una realidad del signo haciendo señas por la desfiguración de los cuerpos y los afectos.
Un breve marco-paréntesis teórico. Yuk Hui habla de imaginar una ecología de las máquinas. “Lo significativo para nosotros es poder reconceptualizar lo que está sucediendo actualmente en las relaciones entre máquina y organismo, ser humano y medioambiente, tecnología y naturaleza…”. En este sentido los jardines de Pablo son inminentemente poĺiticos, ya que no hay un devenir de la tecnología sin implicar todas las relaciones con la multiplicidad estéticas, sociales, culturales y medioambientales o naturatécnicas. Si Nick Land postulaba que “nada humano consigue escapar al futuro próximo”, entonces toda naturaleza será tecnificada por un hardware en flor.
Naturatécnica. Podemos imaginar esta palabra como una “incidencia” en la espesura y en la invención de Pablo De Monte y en la forma con que este neologismo comienza a ser un horizonte poético en la producción artística y ante-en un antropoceno.
Ramiro Sacco, 2021