Escrito por Mónica Carinchi
Miércoles, 23 de Julio de 2014
La pintura poética de Ramiro Sacco. A partir del 9 de mayo, se podrá visitar la muestra Litoral, donde la obra sugerente y mágica de Ramiro Sacco va a dialogar con la pintura paisajística de Cristian González. En Casa de las Artes Tacuarí (Tacuarí 90, Tigre) hasta el 14 de junio.
Detenerse ante un cuadro de Ramiro Sacco es como estar ante una poesía que nos dice “atrevete a leerme”. La ausencia de anécdota hace que su obra sea inquietante y provocadora. “La pintura está siempre queriendo mostrarse y ocultarse y uno también está en esa dialéctica, el arte mismo tiene eso. Si el arte muestra lo que es, deja de tener misterio”. Su gesto pictórico se plasma en “partes del mundo” que él ubica en un no-espacio, en “un aura” que nos transporta a un mundo de ensueño.
“Yo no parto de preconceptos; quizás, como dice Lautréamont, parto de relacionar objetos absurdos, el paraguas con la máquina de escribir. Es un diálogo poético entre objetos que pueden o no estar relacionados”.
Ramiro sostiene que el tema, en pintura, no existe, “el tema es la pintura misma, si no, sería una fotografía. Uno pinta porque está poetizando sobre cualquier cosa, el tema no es lo principal”.
La pintura misma son los materiales de trabajo, por ejemplo, los colores: “La paleta tiene que ver con el temperamento de uno. Hago mi propia pintura con cera de abeja, uso tierra, ceniza, carbón. Esto hace al carácter de cada pintura”. Predominan el blanco y los tonos tierra, que “tienen que ver con un silencio”. Y, a veces, en ese silencio, en ese descanso, aparecen tonos y trazos disonantes, opuestos a los colores habituales y contrastando con la iconografía predominante: “En mi obra siempre hay un solo objeto, una silla, un puente, un serrucho, en un plano, es como el ser y la nada, algo y nada”; y, casi molestando, el trazo que tacha, que, sin engañar al espectador, está diciendo “esto es pintura”. “Sí, es el hecho pictórico, es la pintura misma que está hablando. Me gusta la pintura porque tiene un lenguaje, no porque está imitando otra cosa”.
También los soportes son inspiradores: el reverso de los bastidores, un mantel usado, la parte lisa de una lija. “Los soportes van apareciendo, a veces también los busco. Es una forma de poetizar sobre lo que ya está, no es ponerme a pintar y nada más”. Telas, papeles, maderas, atravesados por una historia, provocan al artista, que recupera las “desprolijidades” o “suciedad” y las une a las marcas de su intención: sol y lupa para dar vida a un espacio quemado, antigua técnica que nos remite al origen del fuego. “Agua y fuego están siempre presentes en mi obra. El agua puede ser por la zona y el fuego por mi forma de trabajar, porque la cáustica se trabaja en caliente”.
La calle Colón y el canal de San Fernando entran por la ventana del taller de Ramiro y avanzan un paso más, ingresando a su obra. En un cuadro, un viejo puente; en otro, un serrucho y palas, ubicados, siempre, en el no-espacio, nos hablan de la potencia del trabajo, del esfuerzo agotador que marca el cuerpo. “Yo no soy conciente de eso cuando me pongo a pintar, pero es posible porque vengo de una familia de trabajadores”.
Para conocer su propio trabajo, a partir del 9 de mayo, se podrá visitar la muestra Litoral, donde estará acompañado por Cristian González, en Casa de las Artes Tacuarí.